El reino de mi mundo

sábado, 22 de julio de 2017

Diez segundos de gloria



El patrón me estaba vendando la mano derecha. Era un celestial modelo de vida propio. Un fantasma en el camerino de reserva donde suelen encerrarse aquellos que donan el cuerpo al salvaje ritmo de la música infernal del combate. Luego la mano izquierda. Trazo por trazo. Se palpó las manos y aplaudió. Siempre lo hace antes de una contienda. Era una de esas peleas del montón que no valen un par de monedas y algún aplauso de la muchedumbre.
Antes de salir rezó al patrón como solía hacerlo en los tiempos de la misa santa del Convento al que a veces solía ir a visitar y conversar un poco.  Estaba preparado. Si es que se está en una situación de este estilo. La guardia pretoriana estaba esperando a la salida, por lo que se dispuso arrancar por el sendero que ellos le marcaban.  Las puertas se abrieron y allí estaba su rival duro de rostro. Piedra sin formar. Ojos cerrados y nariz de lo más chata. Mugía como lo hacen los toros en odio puro y de a poco se desplazó paso por paso al cuadrilátero. Era de los barrios bajos, como todos suelen serlo. Más pesado, alto y más fuerte.

Las reglas son efímeras en estos lugares. Quiero decir: No se cumplen a la perfección.
Ahora es su turno de hacer aparición. El patrón, su sombra, y el solo por el lúgubre pasillo hasta la salida. Las guardias como estatuas y la muchedumbre que explota de odio ante el visitante que solo camina observando el suelo. Llegó al ring,  y subió lentamente tomando la primera soga. Una vez adentro, recuerden bien. No hay regreso en el cuadrado. El lugar más solitario del mundo. Aquí dos personas se debaten a mano limpia el ego de todos aquellos que asisten a verlos, eufóricos, luego de ser alistados como predadores en busca de un poco de sangre. La radio suena sin parar recordando los viejos combates de aquellas épocas. Anuncia una tormenta que posiblemente aparezca. Y allí estaban los dos amateur. El referí los midió. Chocaron guantes y que empiece el juego mortal.
El cara de piedra se abalanza ante el contrincante. Teseo lo espera y cubre en tremendo golpe de Cross a su cien con una guardia. Luego arremete, con furia al centro de la mandíbula de nuestro personaje. El patrón lo mira y le grita dale Mierda!!.. movete cesar movete!!. El cara de piedra sigue su rumbo y ahora gancho al hígado, al vaso como un médico que conoce la anatomía al pie de la letra.
Teseo logra escapar con un esquive mágico, y un jabeo con el puño derecho marcando el rostro del cara de piedra.
Vamos loco mátalo guita lo un orate des las gradas, otro se pone como histérico en medio de las cuerdas. Tíralo basura, tíralo. El cesar es visitante y no hay más que el patrón para alentarlo, pero no se escucha en estos momentos.  Suena la campana y el primer acuerdo se va de las manos.
Ustedes pensaran que es una historia más, pero no son diez segundos que precisa el Teseo para arrancar. Como para arrancar su vida. Y pasan los rounds uno por uno y el cara de piedra sigue lastimando al Teseo que en el quinto, lo tira, en el sexto lo hiere, y siguen los golpes hasta llegar al doce. El mítico doce, el cual ya sin resto cae el cesar abatido observando como tonto a un sector de las fieras demoniacas que le gritan maldiciones. Recuerda lo que el patrón le mencionaba. Estás perdido en medio de un laberinto lleno de silencio y no sabes si quieres salir y golpeas más y más como si cada puño fuera un boleto de salida. Y sigues perdido sin nada que perder, porque cuando estás perdido no crees en nada y eso es terrible. Es mágico creer en algo. Algo más fuerte que tus puños,  tu voluntad para romper el silencio que un cobarde no se atreve, ni siquiera abriendo su boca. No importa lo mucho que uno golpe, si no hay fe en esos puños no hay nada y mueres como un estúpido tirado en  el infierno. Mírate ¿Cómo te quieren ver muerto a ti. No vales lo que un puñado de arena en el desierto. Haz temblar al tornado que en tu interior yace, rompe el silencio con un trueno que haga llorar a esas basuras del inframundo y mata de una vez al minotauro que espera por tu cabeza para ser colgada en una pica alta. Ese es miedo que hay en tu vientre descansando. Levanta cabeza y date el gusto de un último duelo la campana aún no suena.
Teseo se apoya en sus codos y luego sus manos. Uno, dos, tres, se pone de rodillas, cuatro, cinco, seis, poco a poco se incorpora, siete, ocho y nueve. Erguido como un bípedo el hombre vuelve a la batalla. Cara de piedra se arroja encima como el toro queriendo cornear su estómago. Nuevo esquive del visitante y un Cross de arriba para burlar al animal. Ahora es turno de cesar quebrar las reglas de esta caldera de odio y siendo pequeño y rápido se arremete valientemente sobre el cuerpo del cara de piedra que no ve su entrada burlona de arlequín que goza de un lado a otro. El cara de piedra vé venir trompadas. No sabe de dónde? No los ve. Un legendario dijo. No puedes parar lo que no puedes ver.  Y llueve una ametralladora. Era tan veloz que la velocidad misma quedo sorprendida.  Y un puño directo que lo tira contra las cuerdas resta diez segundos para terminar el round. Diez segundo no más. Del fondo se escucha aguanta cabezón un coterráneo amigo que le habla al cara de piedra que con una potencia incalculable le da justo en la cabeza al Teseo pero no lo siente. No siente dolor. Esta poseído por ese sentimiento de lucha y nuevamente lo tira contra las cuerdas, y ahora entra con golpes bajos. Todos los órganos marcados. Uno por uno. Llueven como una sudestada crónica. La furia de la naturaleza se hace ver ante la adrenalina de todo un estadio. En las radios se oye que hay una fuerte tormenta y en el interior se dice que la misma ha ingresado en el cuerpo de un de los rivales. Las calles se hacen intransitables por el clima y adentro del gimnasio. Si adentro el cesar está batallando hasta el final. Golpe por golpe. Diez segundo para terminar y con una trompada al estómago tira al cara de piedra abriendo las paredes del laberinto ,  cayendo el minotauro entre la muchedumbre al mejor estilo Firpo vs Dempsey. Tumbado entre las sillas y las personas que lo rodean a ese que llaman el cara de piedra que queda inconsciente. La cuenta regresiva sigue su curso. Eran solo diez segundos al ras del árbitro, diez segundos de gloria.  De todas maneras  la diferencia numérica no es tolerada por el tiempo que hace su elección  para que la contienda llegue a su fin. Algo podría decir que fue una victoria pírrica de Teseo por lo arriesgado del asunto. En las calles los truenos cesaron y la lluvia se calmó. Teseo se arrodilla y su cabeza fija un minúsculo espacio en su limbo. Una luz entro en medio de aquel agujero del techo marca su rostro. El patrón está contento por su pollo. Las tarjetas puede que digan que ganó el cara de piedra a pesar de quedar tumbado boca abajo sin moverse. La realidad es que Teseo es libre. No logro ganar una batalla, sino la guerra. La luz entra tibia sobre el centro del cuadrilátero como todas esas veces que el sol hacia su aparición. No hay más que silencio en un lugar que ahora está vacío. Abandonado por los años. Las sillas llenas de polvo, y un guante gastado, y  sucio tirado en el suelo. La sombra de alguien cerca de una puerta observa esa pequeña luz.  La sombra toma el guante y sopla ese polvillo de antaño y contempla una descripción que dice: Aquí yace el legendario Teseo…la sombra devolvió el guante en el piso y Salió despacio por el primer corredor que lo vio ingresar. -

Diego Leandro Couselo 


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