El reino de mi mundo

viernes, 7 de junio de 2013

Sentado bebiendo mí café.

Sentado en una silla de metal con almohada bebiendo mí café. Dos cucharadas de azúcar son suficiente para decir que mi nivel de sacarosa era adecuado. Con esto es preciso para poder ingresar en el cómodo trance, como si un chaman me estuviera llamando desde lejos.  Considero que esta pócima fue un regalo de los dioses, los cuales no dudaron en darlo para burlarse de sus creaciones imperfectas mientras, nos corrompía en su vicio. Pero volvamos a ese placer que nos otorga.
Es fácil contemplar el tiempo pasar mientras uno toma su café, y quizás sea el momento mas celebre de una persona. Esa etapa misteriosa donde nos volteamos al infinito mundo interno de nuestra mente a meditar hechos. El café tiene ese poder mágico; escarba en nuestras cavilaciones con cada sorbo, el cual debe incorporarse en nuestro paladar de una manera pasible, sin brusquedades.
Una vez dentro altera los órganos activando el sistema nervioso, haciendo palpitar nuestro corazón.
Con un soplido leve de nuestros pulmones vemos calmar esa sensación que una u otra vez volveremos a  estimular.
Mientras el proceso da pie al mecanismo, nuestro cerebro nos dice y ahora que ? cual es tu inquietud?, tenes un recuerdo para que analicemos? un presente sobre el que trabajar?, un evento futuro para planear?
Un sin fin de posibilidades. Y mientras se vuelve a otro soplido leve, entretanto bebemos nuestro café y miramos al frente como si no viéramos nada , o viéramos la nada misma. designamos una de todas esas posibilidades que nos otorgan y examinamos variantes e hipótesis porque al fin y al cabo tomar una tasa de café es eso. -
Porque es quizás la única reunión Psicológica donde proyectamos nuestra conciencia como una película detallada de lo que realmente queremos llegar a ser. El café, mi persona y la nada. Nada mas y Nadie mas.
                                                                                                     Diego L . couselo
                         

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