Por las calles de Buenos Aires anda suelto un hombre que hace mucho dejo de existir por orden social de una epidemia de depresión. Camina y camina y cuando no!, se sienta en algún banco de plaza a mirar el mundo pasar. Otras en algún café sino lo expulsa el mozo ya que no se admite los de su clase ante el alerta. Nadie lo conocé, y ni lo quieren conocér, producto del pánico. Está dicho en los augurios que tiñen el folklore que no es saludable hablar con fantasmas errantes. Es un alma en pena que descarga por siempre sus palabras en papel, ya que nadie quiere mantener una conversación por el miedo de contaminarse de desgracias que los médios falsamente impartieron a la población.
Aunque no todo es falta de remedio cuando este existe y no lo aplicamos. El antidoto estaba ahí en sus párrafos que con opulencia comenzó a dejar tirados en cada rincón de la ciudad, y jugarse entero para quien tenga curiosidad de leer la cura y salir de aquella pesadilla. Muchos se sintieron felices y otros no!. El antidoto tarda en hacer efecto, y a veces no logra aplacar nada. No todo lo que deja huele a flores en un principio, y esa es la pura verdad, pero vale la pena el intento de leer a quien no tiene otra manera de comunicarse, y con coraje no hace otra cosa que invertir su tiempo en salvar a la humanidad del sufrimiento.
Diego leandro couselo
No hay comentarios:
Publicar un comentario