¿Eres
comunista?
No. Yo soy antifascista
¿Desde hace mucho?
Desde que comprendí lo que era ser fascista.
No. Yo soy antifascista
¿Desde hace mucho?
Desde que comprendí lo que era ser fascista.
(Ernest Hemingway - por quien doblan las campanas)
La anécdota (capitulo II)
Mi abuelo venido del viejo continente, del país
ibérico España, de un pequeño poblado de Galicia. Siempre solía relatar
memorias de su tierra natal. De la guerra civil. Aquella que dio origen a tanta
inmigración. Y contaba por que su existencia fue difícil entre cebollas y pan. No
había que comer. No existía esperanza. España era eso “tristeza”. Ya no sonaban
castañas, banderas rojas y amarillas. Sus historias, siempre fueron
particulares, con risas y bromas. Pero esta historia, no era como aquellas.
Aquí hay desasosiego, miedos. Podía ver en el rostro de mi abuelo esos ojos
brillosos, al narrar estas crónicas sin pasión y con mucha bronca.
El hambre era atroz. A pesar de todo tratábamos
de no perder la calma, mi madre hacía lo imposible para que no pasemos hambre.
En nuestro pueblo había un hombre. El hombre grande de test rubia. Siempre bestia
con un chaleco, boina y se dejaba su barba que también era rubia. Tenía un
acento de ingles que se misturaba con nuestro castellano y a veces hablaba
algunas palabras de gallego. Sin duda era la persona mas amable y nunca faltaba
el día que se acercase y nos trajera un puñado de comida. Sentía la necesidad
de cuidarnos, no solo a nosotros sino a todos. Un día me llevo al cerro mas
alto que el pueblo poseía. Era majestuoso ver desde lo alto, nuestra nación.
Tuvimos que sortear algunas falencias. Los aviones de Francos siempre
realizaban su patrulla diaria. Pero ver el mundo de otra manera era como algo
inimaginable.
- Vez
pequeño, así dios nos vigila desde aquí y nos da sus buenas bendiciones. – me
dijo.
- Habías
visto algo mas hermoso en este planeta?
Era como si estuviera hipnotizado con este lugar.
- No hay
nada mas bello. La aventura del ir y venir. De cambiar y volver a cambiar. De
no ser alguien corriente que solo labra la tierra. La aventura de ser alguien
más.
- Pequeño,
mira bien, desde lo alto unes a dos mundos el cielo y la tierra. Y no hay nada
mejor que desear que todo se una. Quienes tienen unión, no solo forjan algo más
que un vínculo. Forjan una amistad. Y no hay nada mas valioso que tener una
amistad. Todo lo demás es parte de esta
vida.
- Pero eso
sí, la amistad requiere trabajo y esfuerzo para que siga creciendo. Requiere que nos comprendamos, que nos
ayudemos y nos nutramos el uno del otro para ser mejores personas de lo que
somos.
- Siempre
que vengo aquí pienso en eso. En unir a la gente y sembrar una semilla de
amistad. El cielo y la tierra juntos. – Estas son las palabras que todo el mundo
debería tener: “Existir, crecer, amar”. -
Me le quede mirando. Sus pupilas estaban humedad
y miraba el horizonte. Un atardecer se acercaba. El sol se ponía.
- Debemos
volver pequeño. Tu mama debe estar preocupada y alguien debe cuidar de ella y
tu hermana menor.
Fue una tarde memorable de mi infancia dentro de
tanto sufrimiento.
Los días pasaron como si nada. Y como en todo
pueblo se corrían voces y leyendas de una persona rubia con barba. Es comunista
hablaban. Y un día llegaron al pueblo
los agentes de Franco sin permiso y de sorpresa.
los sublevados atacaron el pueblo en Pontevedra. No tomaron prisioneros y todo aquel que
estuviera en contra del General era
fusilado. El hombre grande de test
rubia. Aquel amigo que una vez contemplo desde arriba el pueblo, hombre que
luego de un tiempo me entere luchaba para los republicanos, estaba de manera
clandestina escondido. Jamás nadie se dio cuenta. Pero las habladurías son
peores que la misma peste negra. No podía pasar como un granjero más del
poblado. Los sublevados sabían que no podían
fiarse de nadie y por eso espías podía llegar haber. Entraban sin nada a las casas y sacaban a
todos las personas a la calle a empujones. No teníamos porque sufrir esa
humillación. España no tenía porque pasar por esta miseria. Pero los dictadores
son así.
Muchos murieron aquel día por unas palabras brutales. Y
cuando se aproximaban a nuestra casa, mi madre me abrazo fuerte a mi y mi
hermanita. -
Entre tiros, gritos de horror. El hombre alto
apareció como a escondidas por atrás de la casa y armado hasta los dientes me
miro, y miro a mi madre.
Mi abuelo en ese interin hace una pausa, respira
hondo, mira el cielo y sigue con ademán de silenció.
- Nos saco
por el lado de atrás de la casa, en cuanto los soldados interrogaban a otras
personas. Entre tanto barullo nadie debía darse cuenta. Nos condujo a otra casa
aledaña. La cual mantenía un sótano bien cubierto en un establo de mucho pajar.
Nos hizo entrar y cerró bien las puertas. Antes de irse me observo fijamente
con sus ojos celestes y un guiño de: todo va a estar bien pequeño, cuida a tu
madre y tu hermanita. Y las compuertas se cerraron. Se siguieron escuchando
gritos y más alaridos. Los animales de campo corriendo sin cesar. Luego un sin
fin de disparos. Aparentemente habían llegado los republicanos o tal vez aquel
hombre osado estaba solo enfrentando a esos demonios de franco. Era más y más
la balacera. Durante horas mantuvimos la calma encerrados en aquel oscuro
lugar. Mi madre llorando, nos mantenía abrazados fuertemente. De repente se
abrieron las compuertas del establo y se escuchaban pasos iban y venían. Uno
ojos miraban fijo las compuertas de aquel agujero. Sentía como miraba como
queriendo encontrar algo mas. Jamás sufrí tanto miedo como aquel momento me
decía mi abuelo. Pensaba ojala tuviera otra oportunidad de vida. Ojala pudiera
volver a correr por los campos y sentir por mi cara ese palpito de tocar las
plantas. Porque habíamos llegado a esto?. Hombres del dictador iban y venían.
Listo grito uno. Aquí no hay nada. Las puertas se cerraron de aquel establo. Y
solo quedo la oscuridad. Mi madre, seguía impetuosa abrazándonos. Con susurros
de mantengan la calma, todo esta por pasar. –
Los sublevados tomaron dirección hacía el norte.
Pasamos toda la noche en vela. No podíamos dormir. El miedo nos mantenía en
vilo y sin decir una sola palabra. Las Cebolla y el pan ya no eran precisos. Ni
si quiera el hambre nos acechaba.
Cuando amaneció. No había valor para salir de
aquel lugar. Las puertas nuevamente se abrieron. Nos desesperamos. Otra vez la
pesadilla volvía.
-
Hay alguien!!. Dice una voz
Era la voz de
Paco, el vecino. Nos dimos cuenta que todo estaba bien.
-
Aquí paco, gritaba mi madre. Aquí.
Con ayuda de
otros compañeros, nos sacaron de ese lugar tan lúgubre que había sido nuestro
refugio de la muerte
La luz se hacía
mas intensa, corrí hasta las afueras del establo. Todavía se sentía el olor a
muerte. Casas incendiadas, personas colgadas. No mires gritaba mi madre, pero
yo quería ver. Necesitaba saber si aquel hombre que nos salvo, no estaba entre
los caídos. Necesitaba saber solo eso.
Mi madre luego de hablar con paco y otros vecinos. Contó que el hombre
tubo un intercambió de disparos y salió a caballo a fin de distraer a la
muchedumbre. Cada galope era un paso más hacía las afueras. Fueron a su búsqueda
sin esperar. A puros disparos de metralleta. Otro grupo quedo posteados en el
pueblo, manteniendo ordenes de seguir con los interrogatorios. Se llevaron a
muchos.. Así son los fascistas, con su mano dura. Así resulta ser la vida
cuando un hombre tiene poder. Ese acto de heroísmo logro llevar a los
sublevados al norte. Los demás siguieron ordenes de continuar viaje al sur.
-
Era un republicano, contaba un viejo de barbas
blancas y gastadas. Vinieron por él y otros.
Y ahora. Hoy. El
presente. Mi abuelo me mira.
-
Me entiendes Leandro ?.Consumido por él tiempo.
En un momento, ese hombre me dio una oportunidad. Por eso tenemos que vivir tan
bien nuestra vida y disfrutar cada momento. Ese hombre como se describía
parecía un personaje de por quien doblan las campanas, El valeroso Robert
Jordan, pensé. El cual se había basado Ernest en el General Duran. Tal vez era esa
persona la que salvo a mi abuelo, su hermana y madre. –
No se quizás
imagino un campo, donde Robert corra desesperado tras los soldados infames que
lo asechan como perros tras un conejo. No se pienso!, que el valor esta no en
enfrentarse solo a un grupo de guerreros, sino solamente en salvar las vidas
que se puedan. No sé a lo mejor el valor es la manera de enfrentar una
situación límite con el miedo arriba nuestro como carga. No sé.
No obstante ese
hombre al que llamo Robert creía que salvar aunque sea un puñado de civiles
indefensos arriesgando su propio pellejo era la mejor opción, para quien ya ha
luchado mucho. Esos héroes anónimos son los que quedan en el corazón y nos dan
un poco mas de esperanza para salir adelante. –
Y retoma
el viejo
-
Es así
pequeño Leandro, cuando pienses que esta todo listo, y estés entre la línea divisoria que marca
ambos mundos, veras que sentirás la necesidad de otra oportunidad, porque la
hora no ha llegado. La hora no llega hasta que llega. No creíamos que podía
pasar y pasó. Y siempre querido Leandro
tenemos algo porque luchar. Este hombre
de carácter pétreo, me dio una nueva oportunidad para batallar nuevamente. Tome
en su mirada y sus ojos la de un amigo. Y sabes un amigo no se encuentra todos
los días. Una pena que no cruzamos palabra. Pero no hacía falta alguna. Los
amigos pueden serlo con una sola mirada y un gesto que a uno lo puede salvar. Al
otro día el pueblo comenzó su éxodo y nos embarcamos a America. La argentina.
Una nueva casa. Una nueva oportunidad para luchar.
No se porque, se me vino ese recuerdo de Antares
de mi abuelo, la cuestión es que esa charla de abuelo a ñieto se produjo, en
una situación en la que me hacía demasiadas preguntas y pensaba como un español
esta en un país de Sudamérica, porque no estar en tu patria?
Mi abuelo jamás se olvido de España, y de aquel
Robert Jordan que les salvo la vida y del cual jamás volvió a saber. Solo que
para una persona como él, la amistad era algo insuperable. Y decía
-
Leandro hay que aprovechar los momentos con
nuestros seres queridos, nunca sabemos cuando una fuerza mayor, la muerte misma
no pueda arrebatar esas alegrías que vivimos con ellos. Existir, crecer, amar.
No pierdas estas palabras nunca. -
Pasaron muchos años de aquella crónica. Mi abuelo
era así. Le gustaba narrar historias de
vida y dar alguna que otra lección.
Porque para eso sirven las anécdotas de un sabio
para dar lecciones. Para que el mundo sepa y no cometamos errores, los mismos
que esta humanidad ha venido consumando. Son Historias nomás
Esas que a uno lo nutren para toda la vida.
Mi viaje se termina y ya nos bajamos del
colectivo. Callao y Corrientes. Dos avenidas porteñas.
Diego Leandro Couselo
Diego Leandro Couselo
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